Hay pocos clichés cinéfilos como Casablanca (Michael Curtiz, 1942) y aún menos como su frase final. Bien merece la película en sí análisis pormenorizados de mil aspectos de su producción y su legado. Y, de hecho, los tiene por cientos. Pero no por ser cliché queda desmerecido éste cierre que aún después de 75 años ha sido imposible de superar.